Sevilla, 5.000 años
26/11/2010. El Correo. Leonardo García Sanjuán
Entre los días 10 y 12 de Noviembre de 2010 se celebró en Valencina de la Concepción el Congreso Valencina Prehistórica, conmemorativo del 150 aniversario del descubrimiento de La Pastora, una de las construcciones megalíticas más excepcionales de nuestro país. El hecho de que en la organización de este congreso colaborasen el Ayuntamiento de Valencina de la Concepción, la Universidad de Sevilla (a través de su Departamento de Prehistoria y Arqueología y del Plan Propio de Investigación) y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía muestra de forma inequívoca el grado de sinergia institucional que se ha alcanzado en la defensa del valor científico y patrimonial de este magno yacimiento arqueológico.
¿Qué representa exactamente el sitio prehistórico de Valencina de la Concepción, del que en los últimos años hemos tenido abundantes referencias en los medios de comunicación locales? Para expresarlo de una forma resumida, diremos que en Valencina tenemos la Sevilla prehistórica. Cuando en el año 2005 se dieron a conocer los resultados de las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo el Parque de Miraflores supimos que la ocupación del III milenio antes de nuestra era, ya sobradamente constatada en El Aljarafe Norte, había tenido un importante reflejo también a esta orilla de lo que entonces era el estuario del Guadalquivir.
En los primeros siglos del III milenio antes de nuestra era, y durante aproximadamente unos 800 años, se desarrolló un periodo de fuerte expansión de las sociedades prehistóricas del Sur de España. Es el periodo que conocemos como Edad del Cobre. A esa altura, las primeras sociedades campesinas, que venían ocupando Andalucía desde hacía unos 2.500 años, adquirieron una mayor seguridad económica: por primera vez, la generación de excedentes agrarios pasó a ser bastante estable, comenzó la producción de metales y se establecieron redes de contacto e intercambio comercial a larga distancia. Ello se retroalimentó con un proceso de crecimiento demográfico y colonización de nuevas tierras. Como consecuencia, la sociedad se hizo más compleja y surgieron nuevas formas de poder e ideología en el marco de las cuales los megalitos jugaron un importante papel.
Debemos tener en cuenta que el medio físico en el que vivieron los habitantes de la primera Sevilla era muy distinto del actual. La desembocadura del río Guadalquivir se encontraba entonces a la altura de Coria, no de Sanlúcar. Por delante de ella se abría un gran golfo marino pleno de recursos costeros y pesqueros. A la altura de lo que es actualmente Sevilla existía un gran estuario en el que confluían varios arroyos por el Este (Miraflores, Tagarete y Tamarguillo) y la Rivera de Huelva por el Oeste. Escasamente a 8 metros sobre el nivel del mar, y expuesta a las crecidas del río, los vientos marinos y los insectos propios de los ambientes de estuario, la ubicación de lo que luego sería la Sevilla romana e histórica, no era entonces un sitio especialmente recomendable para fundar un asentamiento. En cambio, en la cornisa de El Aljarafe, con suelos de excelente calidad, con toda la diversidad de recursos marinos y fluviales que la desembocadura del Guadalquivir y el golfo marino proporcionaban, y a poca distancia de las minas de Aznalcóllar, la comunidad de Valencina floreció a lo largo del III milenio antes de nuestra era. Este medio físico, que combina recursos costero-marítimos y fluviales y suelos de alta capacidad productiva con la disponibilidad de significativos recursos forestales y abióticos en las proximidades, coincide casi exactamente con lo que el célebre antropólogo estadounidense Elman Service consideró marco idóneo para la formación de “aldeas de recursos diversificados”.
Entre el 3000 y 2800 antes de nuestra era, como resultado de esos procesos y de las favorables condiciones del medio, en Valencina de la Concepción se formó un poblado que alcanzaría unas dimensiones extraordinarias para su época. Las 400 hectáreas largas de extensión que se atribuyen al asentamiento de Valencina lo colocan como el mayor asentamiento de la Edad del Cobre conocido en toda la península ibérica. La magnitud, diseño y concepto de los dólmenes de La Pastora, Matarrubilla, o Montelirio, el más recientemente investigado, así como la formidable densidad de estructuras funerarias de menor tamaño que se encuentran por todo su entorno, coinciden en señalar el excepcional carácter que esta aldea tuvo.
Las investigaciones modernas sobre cómo se organizaba la aldea prehistórica de Valencina y sobre cómo era la vida de sus habitantes, se encuentran, a pesar del tiempo que ha transcurrido ya desde el descubrimiento de La Pastora, apenas en su infancia. Ello es consecuencia, en parte, del escaso desarrollo que la ciencia arqueológica ha tenido en nuestro país hasta hace poco tiempo, pero también del carácter “de urgencia” que han tenido las excavaciones realizadas, siempre al rebufo de las abundantes promociones inmobiliarias que El Aljarafe ha conocido durante los últimos 30 años. El Congreso Valencina Prehistórica ha sido por tanto doblemente importante: ha ayudado a robustecer el débil conocimiento científico que de este magno yacimiento arqueológico tenemos actualmente, a la vez que para devolver a la ciudad de Sevilla su pasado más remoto, 5.000 años después.