Una ley contra los sueños urbanísticos
La Junta somete los pueblos al POTA para evitar “situaciones irreversibles”. Solo 77 de los 771 municipios tienen sus planes adaptados a la norma andaluza
15/12/2012. El País. Raúl Limón
Los Ayuntamientos han recurrido a todo tipo de artimañas para mantener sus planes de crecimiento urbanístico, pese a la realidad de la crisis. De hecho, tan solo 77 de los 771 municipios andaluces están adaptados al Plan de Ordenación del Territorio de Andalucía (POTA), la norma que pretende velar por la “sostenibilidad” desde 2006. Como consecuencia de esta situación, zonas como el área metropolitana de Sevilla y la Vega de Granada, con algo más de dos millones de habitantes entre las dos, se han convertido zonas deterioradas, con polígonos fantasma, áreas urbanas deshabitadas y paisajes destruidos. El decreto promovido por la Consejería de Medio Ambiente y aprobado el miércoles en el Parlamento intenta evitar que estas situaciones se vuelvan a repetir.
Ambas zonas han sido víctimas del crecimiento desordenado y de la posterior burbuja inmobiliaria. Los dos espacios constituían enclaves de alto valor ecológico, patrimonial, ambiental y paisajístico. Sin embargo, el abandono del uso agrícola tradicional de la zona, su cercanía de las capitales y la proliferación de usos de carácter urbano han acabado con gran parte de este valor.
Algunos Ayuntamientos han llegado a proponer crecimientos de hasta un 700% en el número de viviendas y han desarrollado solo parcialmente las llamadas “áreas de oportunidad”, creando polígonos y barrios desiertos. En otros casos, han conseguido atraer a la población sin garantizar la movilidad o infraestructuras básicas educativas, sanitarias o de depuración.
Esta situación no debería volver a ocurrir. El nuevo decreto aprobado el miércoles obliga a adaptarse al POTA en unos plazos concretos y agiliza la tramitación de los planeamientos urbanísticos. Los objetivos de ambas medidas son favorecer el desarrollo de actividades económicas y preservar la calidad ambiental de la región, evitando situaciones “irreversibles”, según advierte el propio decreto.
Otro objetivo de la normativa es acabar con la discriminación entre aquellos municipios que han adecuado sus planeamientos a los límites de crecimiento establecidos en el plan —del 40% del suelo urbanizable o el 30% de la población— y los aprobados con anterioridad, que “responden en muchos casos a modelos de crecimiento no sostenibles, alejados del actual contexto socioeconómico y de los criterios y limitaciones establecidos en el Plan de Ordenación del Territorio de Andalucía”, según reconoce la Junta.
El POTA establece desde su aprobación criterios para un desarrollo sostenible de las ciudades. Sin embargo, la propia Administración regional ha aplicado en tiempos pasados criterios “flexibles” que los ayuntamientos han aprovechado para eludir las limitaciones o se han mantenido vigentes los PGOU antiguos, que no se veían afectados por la nueva norma. Son los conocidos como los “durmientes”. De esta forma, en estos momentos, y tras seis años de vigencia del POTA, solo el 10% de los planes municipales cumple con la normativa. El resto se mantiene en proceso de revisión o adaptación (73%) o ni siquiera ha comenzado la andadura a la nueva legalidad (16,5%).
Algunas propuestas son insostenibles y alejadas de la realidad
Pero los “durmientes” tendrán que despertar, ya que el nuevo decreto obliga en su artículo tres a adaptar su planeamiento para someterse al POTA en los plazos previstos en los propios planes urbanísticos o, si este periodo no está establecido, en un máximo de ocho años desde su entrada en vigor.
“La falta de adaptación conllevará la imposibilidad de aprobar instrumentos de desarrollo que supongan crecimientos urbanísticos que superen los límites regulados en el POTA”, establece la normativa para obligar a someterse a las condiciones fijadas por la ley.
Igualmente, se reducirán a tres meses los plazos para la aprobación del planeamiento urbanístico, cuya tramitación se ha hecho más compleja en los últimos años por la existencia de numerosos informes preceptivos exigidos por las distintas normativas sectoriales, con diferentes procedimientos y tiempos para su emisión.