La muerte del marqués, caso cerrado

Texto enviado por Jorge Arévalo
ABC. 02/02/2004. Javier Ronda

Antonio Manuel López Mancebo, uno de los tres asesinos del Marqués de Valencina, Rafael Solís-Beaumont y Atienza, que fue asfixiado con su propio pañuelo en un piso del barrio de Los Remedios en octubre de 1974 era buscado por la policía vivo o muerto. En la década de los noventa salió en libertad condicional, al cumplir los 70 años. Pero no respetó, ni cumplió «las condiciones» que le impusieron al salir de la prisión y aprovechando el permiso, se dio a la fuga y nunca más se supo de él. Se decretó entonces hace más de una década una orden de busca y captura contra él y ahora ha dado sus frutos tras un minucioso trabajo de búsqueda por diferentes ciudades españolas. El caso judicial, que ha permanecido abierto tres décadas, por fin se podrá cerrar definitivamente.

Al final, el grupo de la Unidad Adscrita de la Policía Judicial de Sevilla del Cuerpo Nacional de Policía culminó su trabajo de investigación y localizó a López Mancebo que ha llegado a utilizar hasta siete identidades diferentes para eludir la acción de la justicia. Las huellas han sido clave. López Mancebo, dibujante de profesión, salió de la cárcel sin haber cumplido los treinta años de condena. Condenado primero junto con su compinche Antonio López a la pena de muerte, el fallecimiento del General Franco les benefició a los dos y le cambiaron a condena por la perpetua.

Prófugo a los 70

La policía ha estado durante mucho tiempo intentando localizar a este «peculiar prófugo de la justicia de 70 años» pero al poco tiempo de salir de la cárcel falleció. Sólo vivió 4 años desde que salió de prisión, hasta los 74 años.

Desde el 27 de diciembre de 1994, sus restos reposan en el cementerio de Alicante donde fue enterrado según la exhaustiva investigación policial que se ha realizado por los agentes de la Unidad Adscrita de la Policía Judicial del Cuerpo Nacional de Policía de Sevilla en coordinación con otros agentes de toda España. Sólo falta un trámite judicial, que se remita a la Audiencia de Sevilla una certificación literal de la muerte de López Mancebo por parte del Registro Civil de Alicante. Será entonces un caso cerrado para siempre después de permanecer casi 30 años abierto. Son varios cientos de folios amarillentos por el paso del tiempo mecanografiados. El Rollo nº 72, Sumario 15/75 será archivado de forma definitiva después de encontrar muerto a López Mancebo.

El legajo judicial va a poder «dormir» en los archivos de la Audiencia de Sevilla donde ha permanecido vivo desde el otoño de 1974.

En aquel mes de octubre, la Cafetería Milord de la Plaza de Cuba fue el lugar elegido por los dos asesinos, López Mancebo y Antonio López para seleccionar a la víctima, secuestrarla en un piso y después poderle robar. Rafael Solís y otros «famosos y pudientes clientes» estaban en el local. El destino no se alió con el Marqués de Valencina. Él no era inicialmente el objetivo de los ladrones. Éstos se dirigieron en primer lugar a otro cliente que declinó la «interesante invitación» que habían preparado como gancho: una fiesta en un piso en la calle Virgen de la Antigua. El Marqués fue al piso donde no encontró diversión sino la muerte. Lo mataron asfixiándolo con su propio pañuelo, se lo introdujeron en la boca. Antes de asesinarlo, obligaron al aristócrata a que firmara y rellenara varios talones bancarios para comprobar su letra y firma. Así estuvo varias horas hasta conseguir su propósito.

Eligieron dos de los cheques con suculentas cantidades para la época: uno de 350.000 pesetas y otro de 300.000 pesetas. López Mancebo, dibujante y un artista con las manos sabía que podría falsificar su firma.

Después lo mataron, envolvieron el cuerpo y lo metieron en el maletero de un Citroen GS. El destino era el vertedero de Alcalá de Guadaira. Pero al final decidieron ir a otro, al de Los Palacios. Antes pararon en el surtidor de la Raza y compraron dos latas de gasolina con las que después le prendieron fuego al cadáver para hacerlo irreconocible. Después no volvieron al piso que habían alquilado para el macabro fin. Dejaron mil pesetas al portero para que limpiara el piso. Se encontraron unas esposas, una pistola de juguete y una mordaza.

Eran delincuentes de altos «vuelos» llegaron a Sevilla en avión desde Madrid, en los setenta, algo inalcanzable para muchos ciudadanos. Mantenían un alto nivel de vida. Coches, viajes, fiestas, buena ropa, hoteles, buscaban relaciones con personas con dinero para robarles. Así actuaban.

El asesinato del Marqués de Valencina conmocionó a Sevilla y al barrio de Los Remedios donde los más antiguos del lugar aún recuerda este horrendo crimen de mediados de los setenta.

Doble juicio

Un tercer acusado que estaba en rebeldía fue juzgado en 1979. Se escapó a Sudamérica y fue juzgado cuatro años después cuando regresó a España por problemas físicos e intentaba operarse en nuestro país. En Sevilla en el juicio el tercer acusado sufría una hemiplegia y tuvo que declarar sentado en el banquillo. Su enfermedad le hacía responder con frases cortas. «-¿Porque habían preparado la fiesta?, preguntó el fiscal. Sin dudar dijo: -Para que va a ser para matarlo». Una de las numerosas personas que estaba entre el público siguiendo el juicio en una abarrotada sala de vistas de la Audiencia en el Prado era el hoy magistrado del Juzgado de Instrucción nº 3 Carlos Lledó. Lledó era alumno de Derecho de primer curso de la Hispalense. «No dudaron en reconocer lo que hicieron», asegura. Este juicio impactó y despertó en el prestigioso magistrado sevillano su vocación por el derecho penal. Acabó años después presentándose a la judicatura sacando su plaza.

Publicado por Andrés Trevilla el jueves, febrero 19, 2009  

1 comentarios:

Anónimo dijo...
29 de agosto de 2011, 13:41  

no lo querian matar fue un acidente al meterle el pañuelo en la boca y antonio lopez centeno que habia salido mancebo lo mato sin querer como se trasgibersan las cosas jejejeje ojo que esta mal igual no lo defiendo pero las cosas como son gracias

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