Valencina: mi debut sobre las tablas


Ana Fernández. Actriz. "El pueblo de mis amores"
ABC. 29/11/2008

Valencina es el pueblo donde nací, representa gran parte de mi infancia, adolescencia y juventud, aunque también pasé un tiempo en Villanueva del Ariscal, lugar al que tengo mucho cariño. Muchos de los momentos más importantes de mi vida los he vivido en Valencina. Incluso mi primera actuación, una fiesta de fin de curso en mi colegio y luego, años más tarde, la formación de mi primer grupo de teatro, La Rueda, que debía su nombre a la discoteca donde ensayábamos en verano.

De pequeña me encantaba pasear por la barriada San José con mis amigas. Robábamos flores para hacer colonias. Ir a la Plaza de Nuestra Señora de la Estrella a comprar chucherías, y luego a jugar a la cuerda, al elástico, al yo-yo, al tejo... El recuerdo de poder jugar libremente por el pueblo es algo muy hermoso. Los niños salíamos a la calle con absoluta confianza. Siempre de día, claro, porque al atardecer ya tenías que estar en tu calle, donde pudiera oír "el grito de tu madre pregonando tu nombre en la ventana", como dice la copla.

Recuerdo el olor de las estaciones, el de jazmín en verano, el de leña en invierno, el de la lluvia y el barro cuando entraba el otoño, el de azahar y azucena en primavera y el olor a pan de la panadería de los Molina.

Un lugar que siempre fue especial para mí es la Poza de Goro. Un pequeño chorrito de agua que viene de un manantial. Disfrutaba mucho yendo hasta allí para llevarnos agua cuando ésta escaseaba. Fue un lugar de reunión para muchos de nosotros. Esa alberca siempre me pareció mágica.

El campo fue importante en mi infancia. Ir al pequeño campo donde mi padre sembraba. Acompañarlo y perderme entre las espigas o los girasoles imaginando historias... Mi pueblo tenía mucho campo y olivares, y los sigue teniendo, menos de los que me gustaría, pero afortunadamente el monstruo de la construcción no ha terminado con él. Es muy hermoso el paseo andando o a caballo con mi hermano Jose hasta el cortijo de Villadiego, un lugar donde antiguamente hacían noche los toros bravos en su camino hacia las corridas.

Para no perderse
El pueblo cuenta con unas cuevas prehistóricas que no deben dejar de visitar: La Pastora y Matarrubilla, dos dólmenes datados en el periodo calcolítico, alrededor del año 3.000 a.C. Es obligatorio visitar el museo de restos arqueológicos que se encuentra en la Casa de Cultura. Pronto tendremos un centro de interpretación del Patrimonio.

Ir hasta la Hacienda de Torrijos en el día de nuestra fiesta, el segundo domingo de octubre, es algo que no me gusta perderme. Nuestra patrona, la Virgen de la Estrella, sale en carroza guiada por bueyes hasta la hacienda donde la espera el Cristo de Torrijos. Una fiesta de encuentro, de cante y baile; de disfrute gastronómico.

El Bobito, una tapa de matrícula
La Venta El Bobito (Avda. de Andalucía, 21) es otro de los lugares con más solera. Y Angelita la dueña, sigue estando en la cocina, y nadie como ella hace el bobito, que es una de sus tapas típicas: un panecillo con pringá buenísimo. De chica alguna vez rellené algún pan con Manoli, su hija. Otra cosa que hay que pedir cuando se va al Bobito son las tortillas de patata. El mejor pescaíto frito en un lugar fresco y con olor a jazmín en verano lo encuentro en El Pescaíto. Mis primas ponen en la sartén el mejor pescado, el mejor aceite y sobre todo ponen mucho cariño.

Recuerdo los caracoles de las Cuatro Esquinas, las tapas ricas y el Patio de los Navarros. El mosto y las avellanas de El Chispa (Avda. de Andalucía, 12), una antigua bodega que hoy se ha convertido en restaurante. Son lugares de toda la vida que se han mantenido por su calidad y buen trato. Que van pasando de padres a hijos, que siguen manteniendo la misma entrega.

Por último, los dulces más ricos de Valencina son las mantas doblás, los pestiños, las torrijas, además de los roscos de vino. Y en cualquier lugar se pueden comprar unas aceitunas aliñadas como las de antes.

Publicado por Andrés Trevilla el martes, diciembre 02, 2008  

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